Y así fue cómo, poco a poco, esos dos patios grises e inutilizados fueron transformándose en algo bien diferente. Ya hace tres años de aquella idea y hoy, gracias al esfuerzo de este vecino, el Centro ha quedado flanqueado por dos huertos de opulenta cosecha tejiendo una asimétrica armonía con numerosísimas flores, arbustos y árboles que son mimados con tanto cariño por todas y todos los mayores del edificio.
Me contaban, con orgullo, lo bien que saben los tomates con sal mientras juegan al mus o lo bien que huele la hierbabuena por la mañana. Todo lo que allí cultiva Pepe (lechugas, fresas, coliflores, judías verdes, pimientos, maíz, acelgas…y flores, muchas flores) es para esta comunidad de mayores que tan perfectamente ha sabido embellecer de manera natural el sufrido asfalto de nuestra ciudad. Pero que, por encima de todo, se ha empeñado en dotar de vida un lugar muchas veces condenado por las administraciones a la antipatía del cemento y que se ha esforzado en potenciar la colaboración de estas personas con un objetivo común.
Y vaya cuidadores de lujo, a los que ni la edad ni el cansancio consiguen vencer en el compromiso con su proyecto de naturaleza.
Lo mismo ocurre en el “huerto vecinal” que han creado algunos de los amantes de la Dehesa de la Villa en tan privilegiado lugar. Allí, los vecinos(algunos octogenarios)y, por sus propios medios, han conseguido crear este maravilloso espacio amparados por el más absoluto respeto de todas y cada una de las personas que por allí pasan
Sirva este pequeño artículo de opinión para homenajear a estas gentes que tanto tienen que enseñarnos. A nuestros mayores, capaces de tantas y tantas cosas.
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